Era de madrugada. Debían ser entre las 2:00 – 4:00 am. Lo sé porque estaba en mi turno de atender a Mia. El de mami empezaba a las 6:00 am. El cuarto estaba oscuro, iluminado solo por la luz del televisor. Yo, sentada en la mecedora dándole biberón a Mia que tendría más o menos 4 semanas de nacida. Como cada vez que la alimentaba, tenía mi mirada fija en ella. Y mientras la observaba un torbellino de pensamientos hacían fiesta en mi cabeza. Había sido un día muy intenso con reuniones de abogados asimilando noticias que cambiarían nuevamente mi vida. Estaba sumergida en una abrumadora sensación de desasosiego aunque por fuera aparentara calma. De pronto estalló una bomba dentro de mí y comencé a llorar. Lloraba desconsoladamente. Tenía la sensación de que me aplastaban el pecho con una máquina pesada. Buscaba la manera de calmarme pero era imposible. Sollozaba profundamente y lo único que sentía era un deseo intenso de gritar fuerte, muy fuerte. Antes de hacer algo que afectara a la niña me levanté de la silla y fui a la sala de la casa para despertar a mami. Cayó sentada en el sofá del susto al ver mi silueta en la oscuridad con la bebé en mis brazos. -¿Qué pasó?- me preguntó asustada y preocupada. –Tómala. No puedo más.- y le entregué a la niña en sus brazos. Una pepa de Ambien y seis horas de sueño después desperté en una casa vacía… …Mami se había llevado a Mia. Y como Comandante en Cargo había activado el ejército de almas generosas que no me soltaron esos primeros meses (y hasta años). Por eso no pasó ni media hora cuando cuando una de esas almas apareció en casa con un caldero de arroz con pollo que dejó en la cocina y unos brazos abiertos para recibirme. —NECESITO BUSCAR AYUDA. NO PUEDO BREGAR CON ESTO SOLA. Fue lo que le dije al sucumbir en sus brazos con la sensación de haberme quitado un gran peso de encima. Apenas habían pasado cuatro meses desde el fallecimiento de mi esposo y hasta ese momento no había siquiera contemplado la idea buscar ayuda profesional para manejar mi duelo. En principio porque tengo guille de Wonder Woman Superstar pero especialmente porque pensaba que con mi fe en Dios tenía lo suficiente para sobrellevar mis pérdidas. Pero ni mi guille de superhéroe, ni mi fe, ni el ejército de almas guardianes podían ayudarme. Yo necesitaba atención profesional. Sobretodo porque tenía un proyecto importante en mis manos que entre todas aquellas pérdidas era mi única ganancia: mi hija. Y para poder entregarme a ese proyecto de amor, y hacerlo bien, necesitaba antes que todo estar bien yo. Por eso a partir de esa crisis cambié mi foco y me prioricé. Ya mi hija no era la prioridad, la prioridad era yo. Y es que ya no podía seguir escondiendo mis emociones debajo de la alfombra para atenderla a ella porque si yo no estaba bien, si no me atendía primero a mí, ella no podría estar bien tampoco. Fue entonces cuando busqué ayuda profesional y empecé tratamiento psicológico y psiquiátrico. Desde ese momento, todo comenzó a cambiar para nosotras. ¿Sabes por qué? Porque me puse en primer lugar. Porque entendí que la única persona responsable por mi salud emocional soy yo. Y que solo cuidándola podría cuidar la de mi hija. Por eso llevo como mantra de vida que la prioridad no es mi hija, la prioridad soy yo. Lo que quiero decir con esto es que procuro tener espacios para practicar el autocuidado, dedico tiempo solo para mí, establezco límites y pongo foco en mi bienestar sin sentir culpa. Porque reconozco que tengo todo el potencial para ser feliz y que, de hecho, vine a este mundo para serlo. Por eso trabajo en mi felicidad y la convierto en el punto de partida desde el cual la acompaño a ella. Porque la meta no es ser feliz si ella es feliz. La meta es que ella, inspirada en mi felicidad, construya la suya y viva su vida feliz. Y sí, mi hija fue el motor que me obligó a salir de ese túnel oscuro que recorrí. Pero la conductora del vehículo (en tiempos pre Tesla Autopilot) fui yo. No me voy a quitar los méritos que me debo a mí misma. Mira, todo lo que te cuento en estas Funletters lo hago desde mi experiencia. Mi intención no es imponer mi criterio ni mi manera de ver las cosas. Allá cada quien con las gafas que quiera usar para ver la vida. Pero, si algo de esto te suena, llévatelo. Y, por favor piénsalo dos veces antes de repetir la frase: ‘tienes que hacerlo por tus hijos’ Porque la realidad es que cuando estás en una situación de crisis emocional, por la razón que sea, tienes que buscar la forma de salir de ahí pero por ti, no por tus hijos. Porque los padres somos como un faro que guía a nuestros hijos pero solo cuando la luz está encendida. Así que enciende tu luz, brilla y procura mantenerla siempre prendida. 👏Nos vemos aquí en Cafetadas cada jueves. |